Nacido en Francia, a los 28 años, tuvo una experiencia de conversión. En peregrinación, como penitente, decidió ir a Tierra Santa y se convirtió en religioso trapense en una abadía siria. Más tarde vivió como ermitaño en Nazaret. Después, volvió a Francia donde se dedicó a los estudios teológicos y se ordenó en 1901.
Decidió llevar a Africa la Buena Nueva a los salvajes hijos del desierto. En el oasis de Tamanrasset quedó alejado de toda civilización, pero cerca de la tribu de los tuaregs. Cuando se declaró la 1ª Guerra Mundial, muere asesinado. Su muerte, aparentemente tan sin sentido, ha dado una gran cosecha. Ahora los discípulos de Carlos de Foucauld trabajan como “Hermanitos y Hermanitas de Jesús” en casi todas las partes pobres del mundo.
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