La creciente disponibilidad del libro de Mons. Nicola Bux “La reforma de Benedicto XVI” es nuestra oportunidad para alejarnos un poco de nuestro usual centro de atención – la aplicación del motu proprio “Summorum Pontificum” – para hacer revista de la “reforma de la reforma” que el Santo Padre ha iniciado en la Liturgia. Es también ocasión para considerar qué tipo de relación emergerá, lentamente, entre las dos formas de la Liturgia romana.
La importancia de la publicación de este libro está dada primeramente por la estatura del autor.Mons. Nicola Bux, profesor de liturgia y teología sacramental en el Instituto Ecuménico-Patrístico de Teología de Bari, Italia, es consultor de la Congregación para la Doctrina de la Fe y de la Congregación para las Causas de los Santos, consultor también de la Oficina de las Celebraciones Litúrgicas del Sumo Pontífice, asesor del periódico Communio, autor de varios libros.
El primer objetivo del motu proprio “Summorum Pontificum” es claro: posibilitar que la Misa tradicional se celebre en todas las parroquias donde sea pedida. El MP se habrá aplicado verdaderamente cuando veamos la Misa dominical de las 10:00 celebrada en la forma ordinaria y la Misa de las 11:00 en la forma extraordinaria, o viceversa, en las catedrales de Dublín y Detroit, en las catedrales de Boise y Aberdeen. En una palabra: en lo que concierne a la aplicación del MP, aún estamos en el punto de partida.
El segundo objetivo del MP, aunque implícito, es obvio de todas formas, debido a todo lo que el Cardenal Ratzinger ha dicho sobre el tema en el pasado, y al deseo expresado en el texto del 2007: un “enriquecimiento mutuo” de las dos formas, que desde entonces coexisten oficialmente. Enriquecimiento: todos saben que la forma más obviamente “rica” es aquella que se beneficia de una tradición ininterrumpida de diez siglos (o incluso diecisiete siglos en su parte esencial, el Canon), y cuyo valor doctrinal y ritual es al menos similar al de las otras grandes liturgias católicas. En su libro, Nicola Bux escribe: “Los estudios comparativos demuestran que la liturgia romana en su forma preconciliar era mucho más cercana a la liturgia oriental que la liturgia actual”. Esto es tan cierto que nadie puede seriamente negar que la forma que primera y mayormente necesita ser enriquecida -transformada es la liturgia que fue apresuradamente diseñada hace cuarenta años. De hecho, como señala Nicola Bux, “[uno] tiene que admitir que la Misa de Pablo VI está lejos de contener todo lo que se encuentra en el Misal de San Pío V”.
Se ha hecho costumbre llamar “reforma de la reforma” a este proyecto de enriquecimiento transformación de la reforma de Pablo VI en vistas a hacerla más tradicional en contenido y en forma. Aunque sería una exageración decir que la reforma de la reforma es sólo un piadoso deseo, de todas formas debemos comprender plenamente que, así como lo referido a la forma extraordinaria, esta reforma de la reforma está en sus comienzos
Para Nicola Bux, la crisis que lastimó a la liturgia romana se debe a que ya no está centrada en Dios y en su adoración, sino en la gente y la comunidad. “Al principio está la adoración, y por lo tanto donde Dios está hay adoración (…) La Iglesia proviene de la adoración, de la misión de glorificar a Dios”, escribió alguna vez Joseph Ratzinger sobre el asunto. La crisis en la liturgia comienza en el momento en que ésta cesa de ser adoración, cuando se reduce a la celebración de una comunidad específica en la que los sacerdotes y obispos, en lugar de ser ministros, es decir, servidores, se transforman en “líderes”. Es por esto que hoy “la gente pide más y más respeto para asegurarse un espacio de silencio, en vistas a una participación íntima y de fe en los Sagrados Misterios”.
El orden del día es, pues, volver a enseñar a un clero herido en su praxis y conciencia ritual que la Liturgia es sagrada y divina, que viene de lo alto como la Liturgia de la Jerusalén Celestial del Apocalipsis. “En conexión con esto, deberían existir esfuerzos para descubrir por qué, a pesar de las apariencias, el vernáculo no logra finalmente hacer comprensible la Liturgia”. El sacerdote necesita aprender una vez más cómo llevar a cabo los Santos Misterios in Persona Christi, en la Iglesia, como su ministro, y no como coordinador de una asamblea cerrada en sí misma, que es en lo que se ha transformado.
No obstante la seriedad de las conclusiones alcanzadas por Mons. Bux en particular y por los “hombres del Papa” en general – una conclusión que es conforme al pensamiento del Santo Padre sobre el tema – ninguno de ellos quiere leyes y decretos diseñados para dar todo vuelta en una forma autoritaria, como hicieron aquellos de la era Bugnini. Aunque la Iglesia está hoy, litúrgicamente hablando, bastante enferma, ellos prefieren actuar con la suave medicina del ejemplo: el ejemplo del Sumo Pontífice en primer lugar, luego el de aquellos obispos que deseen dar el ejemplo como él lo hace.
A los obispos les corresponde seguir el ejemplo en sus celebraciones litúrgicas. Es asunto de público conocimiento que el Cardenal Carlo Caffarra, Arzobispo de Bologna, uno de los obispos italianos teológicamente sólidos, ha decidido recientemente el 27 de abril de 2009 ordenar que “en vistas a la frecuencia con la que se informa de actitudes irreverentes en el acto de recibir la Eucaristía, desde este día en adelante, en la iglesia metropolitana de San Pietro, en la basílica de San Petronio y en el santuario de la Bienaventurada Virgen María de San Luca en Bologna, los fieles recibirán el Pan Consagrado solamente de manos de un ministro directamente en la lengua”.