Rinascimento Sacro ha publicado (por partes) un interesante artículo firmado por Daniele Di Sorco, quien describe y ofrece posibles soluciones a los diversos problemas con los que se enfrentan los fieles que promueven y asisten a la Misa Tradcional. Si bien el autor toma como punto de partida la situación de su país de origen, esto es, Italia, entendemos que la realidad descripta no es muy diferente, en general, a la que acontece en otras regiones. Por ende, Una Voce Córdoba (Argentina), lo ha traducido, privilegiando el sentido de lo que el autor desea manifestar, aunqe intentando no descuidar los términos utilizados. A continuación el artículo en su primera entrega.
por Daniele Di Sorco
1.La dificultad general.
Quién tiene la suerte de conseguir una nueva celebración regular de la Misa en su forma extraordinaria, casi siempre se enfrenta con un problema inesperado y aparentemente insuperable: la dificultad de incorporar un número razonable de fieles y sobre todo para hacerla crecer. Por lo general las cosas van en este sentido. La primera vez, gracias a la novedad del evento y la diligencia de los organizadores de invitar a amigos y conocidos, se obtiene una participación más visible. Luego, disminuye progresivamente hasta establecerse después de un mes (si la celebración es semanal) en un promedio de cerca de treinta personas: poco más o menos dependiendo del tamaño del lugar.
Este fenómeno, que se produce sistemáticamente en el tiempo cada vez que comienza un nuevo (para usar una expresión muy en boga) “centro de Misas ‘, desalienta a muchos, sorprende a todos, y parece inexplicable para los que saben, incluso superficialmente, la situación en otros países europeos, donde la asistencia a la Misa tradicional es mucho más significativa que en Italia. Sin embargo, si queremos que el conocimiento y la difusión de la liturgia en la forma extraordinaria se expanda y llegue a capas cada vez más amplias de fieles, no hay que detenerse en la etapa de la desesperación y el asombro, sino preguntarse por las causas del problema e identificar las soluciones adecuadas para resolverlo.
2. ¿Cuáles son las causas?
No soy experto en el análisis de las razones históricas que han contribuido a crear una mens en los fieles que se muestran reacios frente a la liturgia antigua, en parte porque creo que son lo suficientemente conocidas y en parte porque no entran dentro del ámbito de aplicación de esta contribución.El abandono de la catequesis litúrgica y la denigración de la forma histórica del Rito Romano han sido dos constantes del período post-conciliar hasta el pontificado de Benedicto XVI.
Las consecuencias son fácilmente imaginables: la ignorancia de la histórica ceremonia, por una parte, y la denigración de la otra, han hecho que hoy la mayoría de los católicos italianos, tengan serias dificultades para apreciar las características de la liturgia que la Iglesia ha celebrado ininterrumpidamente hasta finales de los sesenta.
Muchos de los fieles, especialmente los que han conocido la Misa tradicional en su juventud, están contentos de poder volver a participar, pero su deseo -a veces- se encuentra con un obstáculo importante en la actitud, por ejemplo, del párroco, quien no tiene escrúpulos para asesorar la asistencia a la Misa en su forma extraordinaria, acusando de atraso, de fomentar las divisiones dentro de la Iglesia o sin razón, se asocie con las instituciones que no están en plena comunión con la Santa Sede. Puesto que la persona promedio sigue confiando en la opinión de su parroco o sacerdote de su confianza, la opinión negativa de estas personas no tienen poca influencia en la decisión de participar o no participar en las funciones en la forma extraordinaria. Contra esa tendencia, los laicos, o incluso asociaciones de laicos pueden hacer muy poco, salvo la de denunciar los casos graves a la autoridad eclesiástica competente.
Hay que añadir la dificultad considerable que se encuentra en la difusión de la noticia de la celebración de la forma extraordinaria más allá del círculo de amigos y conocidos o de las personas anteriormente ya interesadas. El reciente sondeo realizado por el Instituto Doxa ha observado que poco más de la mitad de los católicos practicantes italianos saben de la existencia de la forma extraordinaria del rito romano. Una situación ciertamente no destinada a mejorar en el corto plazo, dada la hostilidad de gran parte del mundo eclesiástico. Y si no hay conocimiento, no se puede siquiera estar interesado en: volitum obstat, Cognitum Quin. Incluso los párrocos y los rectores que no son a priori opuestos, a regañadientes aceptan que las vitrinas de sus iglesias se utilicen para publicar noticias relacionadas a la misa tradicional: No ven favorablemente la posibilidad de que algunos de sus fieles asistan a una realidad diferente al de la parroquia.
3. ¿En que consiste exactamente el problema?.
La capacidad de acrecentar la presencia de fieles a la Misa tradicional, además, es proporcional a la exactitud y el fervor con que se la celebra. Los documentos apostólicos previos al Concilio que tocaron la cuestión de la participación activa, están de acuerdo en la aseveración de que ello es presupuesto en una función plenamente conforme con las rúbricas. “El principal ejemplo [de participacion activa] es ofrecida por el sacerdote celebrante y sus ministros, los que sirven al altar con la debida piedad interna y con la exacta observancia de las rúbricas y ceremonias” (Sagrada Congregación Rituum, Instrucción de Música y de sagrada Liturgia, 3 set. 1958, n° 22).
Las razones son intuitivas. La liturgia es la intención de elevar al pueblo a lo divino, no de bajar lo divino hasta el nivel del pueblo. Los ritos, por lo tanto, deben tener lugar en todas partes de la misma manera y no pueden ser modificadas o adaptadas a las necesidades, reales o imaginarias, de la comunidad local. De lo contrario, se cae en el particularismo, que es uno de los defectos más graves de la liturgia reformada, y que no alcanza ningún resultado en el plano pastoral, porque la unidad de la oración es la unidad de la oración de fe. Las estadísticas muestran que el éxodo de las iglesias comenzaron cuando el rito, de universal y estable, se ha convertido en particular, y variable.
Ahora, no es extraño que en muchas de las Misas actuales en la forma extraordinaria se caractericen por la multiplicidad de los abusos o por la negligencia y la superficialidad con que se observan las normas. Esto sucede a veces de mala fe, cuando el celbrante poco o ningún interés tiene en el rito tradicional, y más a menudo de buena fe, cuando el sacerdote pone en práctica los ajustes que considera oportunos, a fin de facilitar la participación popular.
Vimos un poco más arriba como esta actitud, además de ser contraria a la ley eclesiástica, que se reserva exclusivamente a la Santa Sede la regulación de los detalles particulares, no conduce a ningún resultado positivo. Ella sufre de la mentalidad típica de la liturgia reformada, haciendo de la forma extraordinaria, variable y adaptable como se hace con la forma ordinaria. De esta manera, a los fieles le es imposible conocer la antigua liturgia en su verdadera esencia.
Opuesto a esto, pero no menos dañina, es la actitud de quien que no está preocupado en la forma de tratar la participación activa de los fieles. Muchos, cuando llegan a la celebración regular, ya no está interesados en su funcionamiento y dejan que la cosa vaya por delante por fuerza de la inercia. No es raro asistir, incluso en los días festivos, a una Misa completamente llana, de la que son completamente exclu{idos, no estoy diciendo de las formas modernas y desviadas, sino de las tradicionales y recomendables de participación activa: los folletos bilingües sobre como que seguir la función, o faltan o son ineficaces porque carecen de una orientación espiritual y pastoral; el canto, ya sea litúrgico o popular, está ausente, como así también el sonido del órgano; el servicio del altar, cuando lo hay, se caracteriza por su chatura y superficialidad.
Estas cosas son tal vez tolerable en la forma ordinaria, en donde la lengua vernácula y el conocimiento del rito compensa la pobreza exterior de la ceremonia, pero resulta en detrimento de la forma extraordinaria, que hace de la sacralidad del rito y del arreglo con el se la celebra, uno de sus puntos fuertes.
4. La desorganización y la desunión.
El examen de los problemas debe ser completado con lo que, en mi opinión, es el principal y del cual devienen todos los demás: la incapacidad para dar vida a una verdadera y propia comunidad. O, si se quiere, la incapacidad para construir algo que vaya más allá de la Misa, pero conservando la Misa como el centro y el trait d’union. No hay que olvidar que la liturgia en su forma extraordinaria es sólo un componente, importantísimo pero siempre un componente del contexto más amplio de la Tradición católica. Muchos, sin embargo, tienden a hacer de ella un objetivo más allá del cual no importa ir. Su questo punto bisogna intendersi. En este punto debemos ser claros.
Soy muy consciente de que, especialmente en algunos lugares, ser capaz de alcanzar una Misa regular es ya un gran resultado. Tampoco puede solayarse de que en muchos casos las fuerzas disponibles son escasas y no permiten ir más allá de cierto límite. Pero el problema de la falta de cohesión y de activismo de extra-litúrgic no sólo afecta a los ‘centros de Misa’en formación, sino también a aquellos existentees desde hace tiempo y con un presente bien consolidado.
Entre las causas, lo primero que debe señalarse es la de una difundica falta de coraje e iniciativa. Uno tiene la impresión, tal vez debido a la larga período de catacumbas a la que los defensores de la liturgia tradicional se han visto sometidos durante décadas, han desarrollado una especie de alergia a los graves problemas que afligen a la Iglesia de hoy. No es que no les interese o no lo conversen. Lo hacen, por supuesto, pero casi siempre dentro de su círculo íntimo, teniendo cuidado de no exponerse demasiado hacia el exterior.
Aunque pueda parecer paradojal, he conociedo a varias personas que asisten a la Misa tradicional casi en secreto, otros se avergüenzan, otros evitan cualquier relación con los demás fieles que asisten a la función. Pocos están dispuestos a asumir tareas de organización. Pocos están de acuerdo con la idea de iniciativas extra-litúrgicas. Parece que el espíritu individualista del post-concilio se ha apoderado incluso de ambientes vinculados a la Tradición y muchos ven en la Misa tradicional, solo una forma de satisfacer sus propias (aunque sea legítimo) exigencias de orden espiritual.
Es sabido que la falta de cohesión y unidad es una de las causas más formidables de desintegración. “Omne regnum in se ipsum divisum, desolabitur”, enseña el Evangelio (Lc 11, 17). Esto, debo admitirlo, es la situación, al menos en nuestro país, de muchas iglesias y capillas en las que se celebra la liturgia tradicional, con el resultado de defraudar, primero y alejar después, a los potenciales frecuentadores. Ellos, de hecho, buscan en la realidad relacionada con el rito antiguo, lo que ya no puede encontrar en su propia parroquia: no sólo, por tanto, una digna celebración de la sagrada liturgia, sino también una oportunidad para profundizar la doctrina cristiana y de compartir con otros sus pensamientos o experiencias en un ambiente no envenenado por el secularismo y el progresismo. Mientras que en el pasado las asociación de fieles laicos, como las cofradías y pias uniones, han tenido gran éxito en términos numéricos y espirituales, era porque, además de su finalidad específica, fueron capaces de valorizar en el debido modo, la dimensión global.
Claro, es impensable que las realidades relacionadas con la tradición surjan como una alternativa a las parroquias. El motu proprio de Benedicto XVI lo excluye de manera explícita, identificando con precisión el lugar exacto en la parroquia que le corresponde a la celebración de la forma extraordinaria. Ello no quita, sin embargo, que ella pueda desempeñar un papel complementario a aquella de la parroquia, al igual que las cofradías, favoreciendo de modo particular, el conocimiento de la tradición católica en todos sus aspectos, no sólo el litúrgico.
De nuestra capacidad para transformar, en la forma y en el tiempo oportuno, las realidades relacionadas con la tradición en una auténtica comunidad, como la levadura fermenta la masa (cf. Mt 13, 33), depende el éxito o el fracaso de nuestra causa .
(continuará)
(original aquí: http://www.rinascimentosacro.com/2010/02/la-frequenza-dei-fedeli-alla-messa-in.html)
fonte da tradução:http://unavocecba.wordpress.com