domingo, 14 de fevereiro de 2010

¡SANTO PADRE, DEFIENDA LA FE DE LOS SENCILLOS DEL ESCÁNDALO TERRIBLE QUE SE ABATE SOBRE ELLOS!

Es tan fuerte y de tanta gravedad lo que podemos ver a través de las imágenes que nos ofrece este vídeo, que tan sólo cabe la mayor de las repulsas por parte de los creyentes, seguida de un acto de desagravio y reparación a Jesús Sacramentado. Una vez realizado esto, no cabría otra cosa más que la elevación de un clamor y de una exigencia nacida de la fe: ¡BASTA YA! ¡NO OFENDAN MÁS A DIOS QUE YA ESTÁ MUY OFENDIDO!

No se pueden seguir consintiendo este tipo de atropellos sacrílegos contra Nuestro Señor Jesucristo. Aquí algo tendría que cambiar y debería cambiar de inmediato. ¿Cómo podrán pastorear y defender el rebaño de Cristo quienes ni siquiera son capaces de defender al mismo Cristo presente en el Santísimo Sacramento? ¿Cómo se puede compaginar con el espíritu católico y con las exigencias de nuestra fe este estado de apatía y de falta de reacción ante la realidad dramática que viene sucediendo durante tantos años con el trato que se le dispensa al Señor Sacramentado? ¿Quién ha anestesiado de semejante manera al pueblo católico?

Tristemente lo que podemos ver en estas imágenes no es un hecho aislado, sino una muestra más del "humo de Satanás que ha entrado en el templo de Dios", tal y como fue denunciado por el Papa Pablo VI, y que está envenenando las almas.

Como católicos nos asiste el derecho y la obligación a exigir de la autoridad competente de la Iglesia que de inmediato se ponga freno a esta carrera de atentados sacrílegos contra lo más sagrado que tenemos, la Divina Eucaristía. Nos asiste el derecho y la obligación de manifestar el escándalo que sufrimos en nuestro corazón ante la dejación tan lamentable de los Pastores de la Iglesia en materia tan grave. El escándalo de ver como no se actúa con las medidas oportunas y eficaces para cortar de raíz lo que es un crimen abominable contra la santidad de la Eucaristía y contra la fe de los verdaderos creyentes.

No parecen suficientes, por parte de las autoridades de la Santa Sede, las declaraciones que afirman que la práctica de la comunión en la mano se ha introducido como un abuso contra la ley general de la Iglesia. LLegados al estado tan lamentable en el que nos encontramos, sólo cabría esperar de la Sede Apostólica una actuación contundente en materia tan grave. ¿Por qué dejar en manos de las conferencias episcopales un tema de semejante transcendencia cuando la Sede Apostólica se reserva otros de menor calado e importancia? ¿Cuántas intervenciones episcopales se han dado en los últimos veinte años respecto a este tema, al tiempo que venimos asistiendo a un deterioro cada vez más grave del trato que se da a Jesús Sacramentado? ¿Existe un tema de mayor urgencia e importancia pastoral que este de la adoración debida al Señor Sacramentado, fruto de la fe auténtica en la presencia verdadera , real y sustancial del Señor en el Sacramento?

¿Hasta qué punto todos estos atropellos escandalosos no son el fruto del reduccionismo progresivo y alarmante de la Santa Misa a un mero banquete de hermandad? ¿A qué responde todo esto sino a una verdadera protestantización de la fe y del culto católico?

Como creyentes tenemos derecho y razón a sentirnos dolidos, apenados, escandalizados y decepcionados. Más que nunca podemos comprender las palabras proféticas del Cardenal Ratzinger, hoy felizmente reinante como Papa Benedicto XVI: "la crisis eclesial en la que nos encontramos hoy depende en gran parte del hundimiento de la liturgia".

Lo que ya nos resulta aterrador es que a este hundimiento puedan estar contribuyendo no pocos exponentes de la jerarquía de la Iglesia, aunque no más sea con su silencio y su pecado de omisión.

Somos conscientes de la terrible crisis de autoridad que se vive en el seno de la Iglesia. Somos conscientes de las tremendas dificultades y resistencias que encuentra el Vicario de Cristo. Sin embargo, no nos cabe otro recurso más que apelar a la autoridad Apostólica de Su Santidad. ¡Santo Padre, continúe defendiendo con vigor la santidad de la Divina Eucaristía! ¡Beatísimo Padre, defienda la fe de los sencillos del escándalo terrible que se abate sobre ellos al ver al Señor tan ultrajado y profanado! ¡Tú eres Pedro!

P. Manuel María de Jesús