sexta-feira, 25 de junho de 2010

El Cardenal Siri aprendió el principio de que “el culto a Dios es el primer deber del hombre y de la Iglesia”. Quisiera aquí presentar en manera sintética tres elementos característicos de su visión litúrgica, que encontraron expresión en su largo ministerio como arzobispo de Génova: la liturgia como realidad sobrenatural, la solemnidad de la liturgia y la dimensión eclesial del culto divino.








El esplendor del rito ayuda a ver la verdad

 L’Osservatore Romano ha publicado grandes extractos de la intervención del Padre Uwe Michael Lang sobre la relación del inolvidable Arzobispo de Génova con la Sagrada Liturgia. Ofrecemos aquí nuestra traducción de este valioso texto.
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Cardenal_Siri
Cardenal Giuseppe Siri
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Por Uwe Michael Lang


Para comprender el pensamiento y la acción del Cardenal Giuseppe Siri en el ámbito de la Sagrada Litrugia es necesario volver a sus años de formación como seminarista y como joven sacerdote en Génova. En la primera mitad del siglo XX, la metrópolis de la Liguria emerge como importante centro de movimiento litúrgico. En 1903, el arzobispo Eduardo Pulciano inició en el seminario genovés la enseñanza de liturgia como disciplina distinta de la de las rúbricas. En 1914, es fundada la “Revista litúrgica”, un proyecto conjunto de la abadía de Finalpia, en Savona, y de Praglia. En la presentación de la nueva revista se indicaba como objetivo estudiar y explicar al clero y a los fieles la Sagrada Liturgia, como “culto público que la Iglesia rinde a Dios”.
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La figura clave que surgía en estos años fue la de Monseñor Giacomo Moglia (1881-1941), el fundador del Apostolado Litúrgico, al cual el joven Siri estuvo muy ligado. (...) En una importante intervención de 1981 lo definió como “uno de los máximos promotores del renacimiento litúrgico en Italia”. El Apostolado litúrgico es fundado en 1930, y su primera iniciativa (...) fue la publicación semanal de “folletos dominicales”, con las distintas partes de la Misa en latín y la traducción italiana, como advierte Siri, “para que todo el pueblo entendiera, siguiera, participara”. En la escuela de Monseñor Moglia, Siri aprendió el principio de que “el culto a Dios es el primer deber del hombre y de la Iglesia”. Quisiera aquí presentar en manera sintética tres elementos característicos de su visión litúrgica, que encontraron expresión en su largo ministerio como arzobispo de Génova: la liturgia como realidad sobrenatural, la solemnidad de la liturgia y la dimensión eclesial del culto divino.
En sus numerosas contribuciones sobre el tema, el Cardenal Siri confirmaba el carácter sobrenatural de la sagrada liturgia, debido al hecho de que la celebración de los sacramentos está íntimamente unida a la Revelación divina. En sintonía con la encíclica Mediator Dei de Pío XII y la Constitución conciliar Sacrosanctum Concilium, Siri subrayaba que la Liturgia es la acción de Cristo Sumo Sacerdote (...) Por eso, “la Divina Liturgia es estímulo, fuente, causa de espíritu y vida sobrenatural” en el alma de los fieles. El culto a Dios es “el primer acto al cual los hombres están obligados (...) y el primer instrumento ordinario para la salvación de las almas (...) Con la Divina Liturgia, especialmente si es entendida y seguida, se santifica, se eleva todo”.
Siri concebía la Liturgia como expresión visible de la fe (...) Para el cardenal, la importancia del culto no puede ser subestimada porque “representa para la mayoría de los hombres en gran parte de la vida la principal fuente, a menudo la única, de la fe conservada, de la gracia de Dios, de la esperanza eterna”, como observa en una carta pastoral al clero de la arquidiócesis en 1977. Por eso, la “custodia de la ortodoxia de la fe implica la esmerada custodia de la ortodoxia en la Liturgia”.
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En este contexto, Siri frecuentemente reafirmaba la necesidad de la preparación catequética (...) Una concepción de la Liturgia que prescindiera de su contenido revelado correría el riesgo de convertirse en sólo un “espectáculo”, como Siri subraya a menudo en sus discursos sobre el tema.
En su largo ministerio litúrgico siempre animó y promovió la participación de los fieles, no en el sentido de un activismo externo – para Siri la distinción esencial entre el sacerdocio ministerial y el estado laical era fundamental en la vida de la Iglesia – sino en el sentido de oración, meditación y comprensión de los sagrados misterios que son celebrados en la Liturgia. Una fructuosa participación en el culto se manifiesta luego en un empeño que incluye todo aspecto de la vida cristiana.
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Está, luego, el aspecto de la solemnidad. La participación de los fieles en la Liturgia va más allá de una participación sólo intelectual porque las acciones litúrgicas con su simbolismo son “instrumento de una traducción en elementos figurados, más accesibles a la capacidad humana de entender”. En el debate sobre el uso de la lengua latina en el culto católico, Siri expresaba su convicción de que “en la Liturgia, antes y más allá de la lengua, está el contenido y el significado dogmático, está la dirección, la representación, el simbolismo, el gesto, el canto, el perfil, las personas, las vestiduras”. En la Liturgia, a través de los signos y los gestos, se siente la presencia y la majestad de Dios (...) “La solemnidad – afirmaba en 1981 – quiere realizar lo grande incluso en lo pequeño, el decoro incluso en la pobreza, lo armonioso incluso en la tempestad, la dignidad incluso en lo humilde”.
La solemnidad es también el fundamento del arte sagrado y de la música sagrada. En muchas ocasiones durante su largo gobierno episcopal, Siri dictó normas y directivas para el diseño y construcción de nuevas iglesias en la diócesis, tarea urgente particularmente en los años de la post-guerra en Génova. El cardenal se interesaba personalmente por la arquitectura sagrada y favorecía una línea en continuidad esencial con el lenguaje tradicional, pero sin excluir el estilo moderno siempre y cuando correspondiera a los criterios de monumentalidad, normalidad, idea teológica, finalidad ascética y coherencia litúrgica.
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En el ámbito de la música sagrada, Siri nunca cesó de promover el canto gregoriano como gran patrimonio del Rito Romano. El arzobispo deseaba que los fieles aprendieran un repertorio esencial de los cantos más simples del Graduale romanum. Al mismo tiempo, promovió otros cánticos de calidad y dignidad, en particular tradicionales, y el uso de los coros para la ejecución de obras polifónicas y para sostener el canto popular.
Por último, la dimensión eclesial de la Liturgia. Para el Cardenal Siri, éste era el fundamento de su visión litúrgica. Las palabras que utilizó en uno de sus discursos conmemorativos de Monseñor Moglia pueden ser aplicadas también a él: “De la Iglesia, la Liturgia era el respiro, para la Iglesia la liturgia realizaba la gran unidad espiritual, en ella se sentían reunidos y en relación los hijos adoptivos de Dios”. En su acción de adoración y alabanza a Dios, la Iglesia está unida con la Comunión de los Santos, que celebran la Liturgia celeste en la presencia de Dios. La participación en el coro de la Jerusalén Celestial se manifiesta, de modo particular, en el oficio divino, que fue siempre muy querido por Siri. El cardenal arzobispo de Génova consideraba la celebración de las vísperas un elemento integral de la santificación del día del Señor y de las fiestas del año litúrgico, animando a los fieles a participar.
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La dimensión eclesial de la Liturgia se muestra también en el respeto por la ley de la Iglesia. Para Siri, la obediencia a las normas y prescripciones era una exigencia de la espiritualidad del sacerdote. El cardenal insistía en que la actualización litúrgica se debía desarrollar sólo bajo la guía de la autoridad competente, principalmente de la Santa Sede. La “romanidad” de Siri se expresaba en esta actitud de absoluta fidelidad al Sucesor de Pedro, incluso en momentos de gran prueba personal.
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Aún teniendo en cuenta que durante el Concilio Vaticano II Siri mostró algunas reservas (...) sobre el documento dedicado a la Sagrada Liturgia, su juicio sobre la Sacrosanctum Concilium fue completamente favorable (...) Estaba, sin embargo, muy preocupado por la aplicación de la reforma litúrgica conciliar según “una hermenéutica de la continuidad” (Benedicto XVI). Por otra parte, ya desde los primeros años de su gobierno episcopal, Siri utilizó la prudencia en el ámbito litúrgico, y con esta prudencia recibió también la reforma post-conciliar, sea en la Liturgia misma, en particular en la Misa y en el culto a la Santísima Eucaristía, sea en el ámbito de la arquitectura, del arte, y de la música sagrada.

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Texto original: L’Osservatore Romano
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