En lo concerniente a las virtudes teologales hay que considerar: primero, la fe; segundo, la esperanza (q.17); tercero, la caridad (q.23). Sobre la fe se presenta cuádruple consideración: primera, sobre la fe misma; segunda, acerca de los dones correspondientes de entendimiento y de ciencia (q.8); tercera, de los vicios opuestos (q.10); cuarta, de los preceptos que atañen a esta virtud (q.16). Por lo que respecta a la fe en sí misma habrá que tratar: primero, sobre su objeto; en segundo lugar, de su acto (q.2); por último, de su hábito (q.4).
El primer punto da lugar al planteamiento de diez problemas:
- ¿Es la verdad primera el objeto de la fe?
- El objeto de la fe, ¿es algo complejo o incomplejo, es decir, la realidad o el enunciado?
- ¿Puede recaer la fe sobre algo falso?
- ¿Puede ser el objeto de la fe algo visto?
- ¿Puede ser algo conocido?
- ¿Deben dividirse las verdades de fe en artículos?
- Los artículos mismos, ¿han sido de fe en todo tiempo?
- ¿Cuál es el número de los artículos?
- ¿Cómo se han de proponer los artículos en el Símbolo?
- ¿A quién incumbe constituir el Símbolo de fe?
Artículo 2: ¿Es el objeto de la fe algo complejo en forma de enunciados? lat
Objeciones por las que no parece que el objeto de la fe sea algo complejo en forma de enunciado:
1. Como acabamos de decir (q.1 a.1) el objeto de la fe es la verdad primera, y ésta es algo incomplejo. Por eso el objeto de la fe no es algo complejo.
2. La fe se halla presentada en el Símbolo. Pero en el Símbolo no se proponen los enunciados, sino las realidades, y así no se nos dice que Dios sea omnipotente, sino creo en Dios todopoderoso. El objeto de la fe no es, pues, el enunciado, sino la realidad (en él expresada).
3. Además, a la fe sucede la visión, como leemos en la Escritura: Ahora vemos en un espejo, confusamente. Entonces veremos cara a cara (1 Cor 13,12). Pero esta visión en la patria es de incomplejo, ya que lo es de la visión de la esencia divina en sí misma. De ahí que también lo sea en la fase de camino hacia la patria.
Contra esto: está el hecho de que la fe es algo intermedio entre la ciencia y la opinión, y los medios y los extremos son del mismo género. Dado, pues, que la ciencia y la opinión versan sobre los enunciados, sobre éstos deberá versar también la fe. En consecuencia, el objeto de la fe es algo complejo.
Respondo: Lo conocido está en quien lo conoce según la forma de éste. Pues bien, la manera propia de conocer del entendimiento humano es conocer la verdad por composición y división, según lo expuesto en otro lugar (1 q.85 a.5). Por eso, lo que es de suyo simple lo conoce el entendimiento humano con cierta complejidad; el entendimiento divino, en cambio, entiende lo complejo de manera incompleja. Puédese, pues, considerar el objeto de la fe de dos maneras. La primera, por parte de la realidad misma que se cree; en este caso, el objeto de la fe es algo incomplejo, como la realidad misma que se cree. La segunda, por parte del creyente; en este caso, el objeto de la fe es algo complejo en forma de enunciado. Por eso tuvieron razón las disposiciones de los antiguos: de alguna manera son verdaderas las dos.
A las objeciones:
1. La razón aducida procede de la fe tomada de la realidad misma que se cree.
2. En el Símbolo, como lo indica la manera misma de hablar, se proponen las verdades de la fe en cuanto son término del acto del creyente. Pero este acto del creyente termina no en el enunciado, sino en la realidad que contiene. En verdad, no formamos enunciados sino para alcanzar el conocimiento de las realidades; como ocurre con la ciencia, ocurre también en la fe.
3. La de la patria será visión de la verdad primera como es en sí, a tenor de las palabras cuando se manifieste seremos semejantes a El, porque le veremos tal cual es (1 Jn 3,2). Por eso, aquélla no será una visión por enunciados, sino por simple intelección. Mas por la fe no vemos la verdad primera en sí misma. No hay, pues, paridad de razones.