Lic.Oscar Méndez Casanueva
Tomado de Revista Familia Católica
Tomado de Revista Familia Católica
Con motivo de la publicación del Motu Proprio de Su Santidad Benedicto XVI (mismo que reproducimos abajo), considero oportuno publicar este artículo que escribí varios años antes del mismo y en el que se llegan a las mismas conclusiones del documento pontificio publicado en julio de 2007: el multisecular rito romano de la Santa Misa, tal como se oficiaba antes de 1970, está plenamente vigente en la Iglesia Católica. Ahora, el Papa desea que este rito recobre todos sus derechos que -sin ningún sustento jurídico- le fueron negados. El cardenal Castrillón Hoyos, Presidente de la Pontificia Comisión Ecclesia Dei ha dicho que 'El Santo Padre quiere que esta forma de la Misa se convierta en una forma normal en las parroquias y que de esta manera las comunidades jóvenes se familiaricen también con este rito'.
La misa católica fue codificada por S.S. San Pío V en el año de 1570, esto significa que este Pontífice no inventó un rito sino que estableció la estructura de la misa respetando la Tradición ininterrumpida de Cristo, de los apóstoles, de los Santos Padres, de los primeros siglos del cristianismo y de los Pontífices anteriores. Al tener sus orígenes en los mismos apóstoles también es conocida como misa apostólica o misa tridentina por ser esa labor de codificación resultado de un ordenamiento del Concilio dogmático de Trento.
Todos los sacerdotes católicos del rito latino que hayan sido ordenados hace más de treinta años han celebrado el Santo Sacrificio de la Misa con este misal, hasta por lo menos a finales de la década de los años sesenta, fecha en que se efectuó la reforma litúrgica. Esta misa ha estado vigente durante muchos siglos en la Iglesia Católica y ha producido grandes santos y enormes frutos en la historia de la cristiandad.
ESTE RITO ESTÁ VIGENTE
Este rito, contra lo que algunos mal informados pudieran pensar, está vigente por su antigüedad multisecular conforme al canon 28 del Nuevo Derecho Canónico aseverando la vigencia del mismo.
EXPRESA CLARA Y MAJESTUOSAMENTE LA DOCTRINA CATÓLICA
El rito, conforme al misal promulgado por San Pío V, ha demostrado, en el transcurso de los siglos, ser un dique contra las deformaciones doctrinales pues expresa con toda claridad y belleza la doctrina católica de la misa:
Código (canon 30 del Código anterior) que señala que una nueva ley no revoca las costumbres centenarias o inmemorables a no ser que se les cite EXPRESAMENTE. Al no haber sido explícitamente abrogado en la Constitución Apostólica Missale Romanum de S.S. Pablo VI, el rito tradicional -alabado por el propio Pablo VI- continúa vigente. Por otra parte, S.S. San Pío V en su bula QUO PRIMUM decreta a perpetuidad que puede ser utilizado para siempre en la Iglesia y que por lo tanto ningún sacerdote podrá -en ningún tiempo- ser sancionado por su uso. Esta bula se localiza fácilmente al principio de todos los misales que los sacerdotes han utilizado para celebrar este rito. Esta prerrogativa tiene por sí misma el suficiente valor jurídico, por lo que la autorización de S.S. Juan Pablo II a celebrar el Santo Sacrificio de la Misa con este rito mediante el indulto por él decretado, sólo viene a confirmar: que es el mismo e idéntico sacrificio del calvario, celebrado de manera incruenta (sin derramamiento de sangre), para aplicar su virtud salvadora a la remisión de nuestros pecados. No es una simple conmemoración de la pasión y muerte de N. S. Jesucristo sino que es un sacrificio propio y verdadero.
• Es el mismo sacerdote Jesucristo, representado por su ministro que por su ordenación sacerdotal, obra en la persona del mismo Cristo. En cierta forma "presta a Cristo su lengua, le ofrece su mano"
• Es la misma víctima del calvario: el Divino Redentor, Jesucristo. Por medio de la doble consagración se representa la mística separación del Cuerpo y la Sangre de Cristo, estando todo Él con su divinidad, su alma, su sangre y su cuerpo realmente presente en las especies consagradas. No es pues, una simple presencia espiritual.
•Son los mismos fines:
1) Adorar y glorificar a Dios
2) Dar gracias a Dios.
3) Expiación y Propiciación (Cristo se ha inmolado como víctima propiciatoria para satisfacer por nuestros pecados. En la misa se aplican los frutos de su redención).
4) Impetración (pedir gracias, favores y bendiciones a Dios).
Toda esta doctrina definida infaliblemente y custodiada por la Iglesia Católica se encuentra de una manera clarísima y majestuosamente expresada en la liturgia codificada por S.S. San Pío V que con sus rúbricas ha sido secularmente un dique contra el error y la anarquía en la celebración del Santo Sacrificio de la Misa.
EL USO DEL LATÍN: SIGNO DE UNIDAD
La utilización del latín se efectúa siguiendo el idioma oficial de la Iglesia, mismo que el Papa emplea en Roma y que representa un signo de unidad entre los católicos. Es falso que su abolición haya sido decretada por el Vaticano II que sólo recomendaba el uso de la lengua vernácula en ciertas partes de la liturgia, siendo muy útil en las lecturas de la epístola y el evangelio. Hoy que el latín prácticamente ha caído abusivamente en desuso, el pueblo católico -contra lo que se pretendía- no conoce lo que es la misa. Basta preguntarles a los fieles cuál es su definición y cuáles son sus fines para constatar la tremenda ignorancia que existe. Cuando en todas partes del mundo se empleaba el latín cualquier extranjero no se sentía extraño en Misa, el pueblo fiel aprendía y entendía el ritual por medio de misales bilingües y existía uniformidad entre el clero de todo el mundo, además que no se presentaban los graves problemas y errores en las traducciones.
MODO DE RECIBIR LA COMUNIÓN
-Profesar la fe católica, apostólica y romana
-En gracia santificante, por medio de la confesión sacramental.
-Honestamente vestidos.
-De rodillas y en la boca.
En esta misa se recibe a Cristo -en la comunión- de rodillas, puesto que si la Sagrada Escritura prescribe que a su nombre se doble toda rodilla, es claro que cuando se recibe su Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, ésta es la posición exterior piadosa más conforme con una actitud interna de adoración y es la misma que señala Cristo en la parábola del fariseo que oraba orgullosamente de pie y del publicano que de manera humilde, interna y externamente, rezaba arrodillado. Éste último, enseña Cristo, fue el que salió justificado del templo. Por otra parte, el fiel -modestamente vestido y limpio de todo pecado mortal por la confesión sacramental- recibe con respeto en la boca la sagrada forma por no tener las manos consagradas como el sacerdote; además al no tomarla con la mano se evita, así, la caída de partículas consagradas (en las que Cristo está realmente presente) al suelo o cualquier posible profanación.
ESTE RITO EVITA LA ANARQUÍA LITÚRGICA
Hoy que la anarquía litúrgica es claramente constatada por el pueblo católico, donde cada sacerdote y en cada templo se le añaden o quitan preces al arbitrio de cada cual, ahora que la doctrina del mismo sacrificio es negada y se nos enfatiza lo secundario para acallar o negar lo fundamental de la doctrina del Santo Sacrificio, hoy que se nos dice que la Misa es sólo un memorial, un recuerdo, una simple cena, una mera asamblea más precedida por un ministro, nuestra conciencia católica nos exige proclamar la verdadera y eterna doctrina definida infaliblemente por la Iglesia, así como el debido respeto y devoción que debe existir en la liturgia, haciendo uso de este multisecular rito que ha probado su eficacia en la historia para dar frutos de santidad y evitar de este modo la anarquía litúrgica que lamentablemente padecemos. Nos basamos en la autoridad de la Iglesia Católica y del Romano Pontífice que ha permitido y promulgado este rito católico a perpetuidad.
MUCHOS SACERDOTES CELEBRAN CON EL MISAL DE SAN PIÓ V
Por último, es importante considerar que no sólo en el transcurso de los siglos ha sido utilizado con grandes frutos y que la mayoría de los santos canonizados por la Iglesia Católica celebraron con él o asistieron a este rito, sino que incluso después de la reforma litúrgica sigue siendo utilizado en casi todos los países por muchos sacerdotes católicos.
Así, por ejemplo, podemos citar el caso famosísimo del Padre Pío que en vida manifestó en su cuerpo las mismas llagas de la pasión de N.S. Jesucristo y que en la década de los sesentas, cuando se implantaron los antecedentes de la reforma litúrgica, al advertir los peligros que hoy se constatan, mantuvo el uso del misal de San Pío V. Este sacerdote reconocido durante toda su vida por su santidad, fue beatificado en 1999 por S.S. Juan Pablo II. Podríamos citar otros casos, pero sólo recordaremos que los Cardenales Bacci y Ottaviani no dejaron de utilizarlo, después de la reforma litúrgica, hasta el fin de sus vidas. El Cardenal Ottaviani -al que S.S. Paulo VI llamaba "mi maestro" y al que tanto elogió en la fecha de su muerte- fue sumamente reconocido por su ciencia teológica y su fidelidad a la Iglesia y era nada menos que el Prefecto de la Sagrada Congregación de la Fe, uno de los organismos más importante dentro del Vaticano. Estos eminentes cardenales vieron de manera clarividente todos los riesgos teológicos y litúrgicos que se avecinaban -y que hoy se manifiestan claramente- y así los consignaron en su ya célebre documento "Breve análisis crítico del Novus Ordo".
CONCLUSIÓN
Este rito plenamente católico, está reconocido por su antigüedad en la Iglesia, ya que respeta la Tradición ininterrumpida de Cristo, de los apóstoles, de los Santos Padres, de los primeros siglos del cristianismo y de los Pontífices Romanos. Su misal fue promulgado por un Papa como resultado de un Concilio y está plenamente vigente en la Iglesia Católica. Sus frutos de santidad están más que reconocidos: la mayoría de los santos canonizados celebraron con él -en caso de ser sacerdotes- o se santificaron por su medio al asistir al Santo Sacrificio de la Misa -en caso de los seglares-. Manifiesta de una manera clara e inequívoca la verdadera doctrina católica sobre la Santa Misa y ha probado su eficacia contra la anarquía, errores y abusos litúrgicos. Exige de los fieles el debido respeto y devoción por el mismo e idéntico sacrificio del Calvario que se celebra en el altar para aplicarnos los frutos de la redención de Cristo, quien está real y verdaderamente presente con su Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad en las especies consagradas.
Fuente: Radio Convicción