quinta-feira, 3 de junho de 2010

LA SANTA MISA EXPLICADA por Dom Prospero Gueranger

 

   
EL SALMO <>
             Hecha la señal de la cruz y dicha la antífona Introibo ad altare Dei,  que precede al salmo XLII y que se repite siempre dos veces, empieza el sacerdote el salmo Judica me Deus, que dice completo y alternando con los ministros. Se ha elegido este salmo en razón del versículo Introibo ad altare Dei, me acercare al altar de Dios, por considerarlo muy a propósito para dar comienzo al Santo Sacrificio, pues la Iglesia escoge siempre los salmos teniendo en cuenta un versículo de referencia a la ceremonia que practica o a la idea que quiere expresar. No siempre figuró en el misal el salmo que nos ocupa, pues su uso fue establecido en 1568 por San Pío V. Desde el primer versículo de este salmo, ab homine inicuo et doloso erue me, líbranos del hombre inicuo y engañoso, se comprende que el sacerdote representa allí a Nuestro Señor y que habla en su nombre.
            El versículo que le sirve de antífona prueba que David era todavía joven cuando compuso este canto en alabanza del Señor, porque al decir, me acercare al altar de mi Dios, añade: Ad Deum qui laetificat juventutem team, del Dios que es la alegría de mi juventud. Admirase luego de la turbación que sobreviene en su alma, pero pronto se tranquiliza con la esperanza en su Dios, y por eso todo este canto respira alegría, razón por la cual la Iglesia lo suprime en las misas de difuntos por considerarlo impropio de un acto en el que venimos a rogar por el alivio de un alma cuya separación nos dejo sumidos en el mayor desconsuelo. Suprímelo, asimismo, durante el tiempo de Pasión, tiempo en que la Iglesia recuerda con tristeza los sufrimientos de su divino Esposo.
             Por la referencia que hace al Señor prometido y esperando, es también oportuno este salmo para el principio de la Misa. ¿Quién, en efecto, iba a ser enviado a las naciones, sino Aquel que es luz y verdad? Bien lo sabia David, y por eso exclama: Emitte lucem tuam et veritatem tuam, y nosotros con el repetimos y decimos a nuestro Dios: Envíanos Aquel que es luz y verdad.
             Terminado el salmo con el Gloria Patri y repetida la antífona, pide el sacerdote el auxilio del Señor, diciendo: Adjutorium nostrum in nomine Domine, y le responde el ayudante: Qui fecit caelum et terram. Hemos visto como en el salmo precedente expresaba el sacerdote su vehemente deseo de poseer al Señor, que es luz y verdad; pero al reflexionar en el encuentro que va a verificarse del hombre pecador con su Dios, siente la necesidad de ser auxiliado y sostenido, y aunque es verdad que este encuentro esta decretado y establecido por el mismo Dios, no obstante, el hombre ante su propia indignidad y bajeza, se humilla, se reconoce pecador, y para tranquilizarse, haciendo la señal de la cruz y pidiendo el socorro del Señor, se dispone a hacer la confesión de sus culpas.
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 fonte:creer en méxico