Yo soy el amor. Mi Corazón no puede contener la llama que constantemente le devora.
Yo amo a las almas hasta tal punto, que he dado la vida por ellas.
Yo amo a las almas hasta tal punto, que he dado la vida por ellas.
Por su amor he querido quedarme prisionero en el Sagrario, y hace veinte siglos que permanezco allí noche y día, oculto bajo las especies de pan, escondido en la hostia, soportando, por amor, el olvido, la soledad, los desprecios, blasfemias, ultrajes y sacrilegios.
El amor a las almas me impulsó a dejarles el sacramento de la Penitencia, para perdonarles, no una vez ni dos, sino cuantas veces necesiten recobrar la gracia: Allí las estoy esperando; allí deseo que vengan a lavarse de sus culpas, no con agua, sino con mi propia Sangre.
Ahora quiero algo más; sí, en retorno del amor que tengo a las almas, les pido que ellas me devuelvan amor; pero no es éste mi único deseo; QUIERO QUE CREAN EN MI MISERICORDIA, QUE LO ESPEREN TODO DE MI BONDAD, QUE NO DUDEN NUNCA DE MI PERDÓN.
Sí, amo a las almas después que han cometido el primer pecado, si vienen a pedirme humildemente perdón... Las amo después de llorar el segundo pecado. ¡Y si esto se repite, no un millar de veces, sino un millón de millares, las amo, las perdono y lavo con mi misma Sangre el último pecado como el primero!
No me canso de las almas y mi Corazón está siempre esperando que vengan a refugiarse en Mí. Tanto más cuanto más miserables sean.
¡Es tan fácil esperarlo todo de mi Corazón!
* De las revelaciones del Sagrado Corazón de Jesús a Sor Josefa Menéndez