(126) Filo-lefebvrianos -I
A las 11:08 AM, por José María Iraburu
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–Mire usted que también este tema…Quiero tratar de la actitud nociva de los filo-lefebvrianos dentro de la Iglesia católica, no sin antes describir muy brevemente la posición de lefebvrianos y anti-lefebvrianos. Trato especialmente de los filo-lefebvrianos porque nos quedan cerca, y rondan continuamente a los confesores y defensores de la ortodoxia católica.
–El Señor me ayudará.
—Los lefebvrianos consideran a Mons. Lefebvre como el San Atanasio de nuestro tiempo, y a la Fraternidad sacerdotal de San Pío X (FSSPX) como garante imprescindible de la ortodoxia doctrinal y litúrgica de la Iglesia. El Obispo lefebvriano Bernard Tissier de Mallerais, autor de una gran biografía de Mons. Marcel Lefebvre (1905-1991), entiende su vida «como una bella línea ascendente» (Marcel Lefebvre, une vie, Clovis 2002, 2ª ed.). Sacerdote misionero, Obispo de Senegal (1947), es elegido superior de la congregación de Espíritu Santo (1962). Dimite de este cargo para fundar en Écône, Suiza, la FSSPX (1970), que en el tiempo postconciliar se significa muy notablemente por su adhesión cerrada a la Misa antigua y por su oposición a algunas doctrinas del Vaticano II.
(127) Filo-lefebvrianos -II
A las 12:55 PM, por José María Iraburu
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–¿Ha visto usted qué escandalera ha producido su primer artículo sobre los filolefebvrianos?—Señalo brevemente algunos argumentos que los filolefebvrianos aducen para justificar a Mons. Lefebvre y a la FSSPX, defendiendo las ordenaciones episcopales prohibidas y otras actitudes y palabras suyas contra el Concilio Vaticano II, contra los Papas y contra la liturgia del postconcilio. Los filolefebrianos toman esos argumentos de los lefebvrianos, y los hacen suyos, unos más y otros menos. Y hago notar en esto que tanto entre los lefebvrianos como entre los filolefebvrianos hay grados muy diversos en la fuerza de sus aprobaciones y condenas.
–Bueno, el alboroto escandaloso no lo ha producido mi artículo, sino los filolefebvrianos, que se han visto retratados del natural. Lo que demuestra, por si alguno lo dudaba, que haberlos, haylos.
5.03.11
(128) Filo-lefebvrianos -III .pausa
A las 10:09 PM, por José María Iraburu
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–¿Y ahora, después del tremendo barullo que ha armado usted con lo de los filolefebvrianos, qué hacemos?
–Ad primum: el barullo no lo he armado yo, sino ellos, que yo escribí con orden y paz, con datos y argumentos, y sin mencionar ni insultar a nadie. Ad secundum: conviene pensar y escribir con calma, y eso exige ahora esperar unos cuantos días o semanas a que pase la tormenta.
Este artículo de ahora viene a ser, pues, un descanso reflexivo, una pausa. Relajémonos un poco, en el mejor sentido del término.
Yo he descrito en dos artículos, sin nombrar a personas o grupos concretos, un catolicismo vinculado más o menos a Mons. Lefebvre, que adolece de graves desviaciones en algunas importantes cuestiones. Y algunos, auto-identificándose con la descripción, se han sentido ofendidos, han protestado en diversos medios de internet con gran energía y agresividad, publicando una avalancha de argumentos y documentos contra mis artículos.
Se sienten muy dolidos. Y se comprende perfectamente. Los filo-lefebvrianos están acostumbrados a ser impugnados por los progre-modernistas, en una palabra, por los herejes; pero no por católicos tradicionales como yo. A los ataques de los progresaurios ya están acostumbrados; pero quedan totalmente descolocados y perplejos cuando reciben de pronto la impugnación de uno que, como yo, describe exactamente sus errores, después de haber escrito en este mismo blog más de un centenar de artículos en los que denuncio los abusos e infidelidades que se producen frecuentemente en las Iglesias del Occidente descristianizado, y en los que critico a Marciano Vidal, Anthony De Mello, Olegario, Borobio, Flecha, Schillebeeckx, Haight, Sobrino, Rahner, Küng, Pagola, etc.; y en los que, más aún todavía, rechazo los errores de los luteranos, de los quietistas y, lo que ya es el colmo, de toda la piadosa corte aparentemente correcta de semipelagianos, que hoy quizá son mayoría entre los buenos católicos. Puede repasarse el Índice de Reforma o apostasía para comprobar que digo la verdad.
13.03.11
(129) Filo-lefebvrianos -IV
A las 10:09 AM, por José María Iraburu
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–A ver por dónde seguimos ahora… Ay, madre.
–Tranquilo. La verdad debe ser afirmada con paz, alegría y fortaleza. Y con paciencia.
Una breve evocación de la historia de la Iglesia en su último medio siglo nos ayudará a entender mejor la posición de Mons. Lefebvre, de la FSSPX y de aquellos que hoy están más o menos de acuerdo con ellos.
El sagrado Concilio Vaticano II, convocado por el Beato Juan XXIII, fue una inmensa gracia de Dios para su Iglesia (1962-1965), como todos los Concilios anteriores. En él Nuestro Señor Jesucristo reunió en asamblea eclesial a 2.500 Padres. Fué con gran diferencia el Concilio más numeroso de la historia. Y partiendo de los Concilios anteriores, muchos de ellos dogmáticos, trató con una finalidad predominantemente pastoral y renovadora las grandes realidades de la Iglesia católica.
(130) Filo-lefebvrianos -V
A las 10:03 AM, por José María Iraburu
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–Y con éste ya van cinco.El diagnóstico exacto de una enfermedad es clave para lograr su sanación. Mons. Lefebvre veía a Roma afectada de «sida espiritual» (Tissier 597). Por su parte, como ya dije en el primer artículo de esta serie (126), el lefebvrismo es una enfermedad espiritual que tiene dos causas principales: 1ª el discernimiento condenatorio de la Iglesia presente y de sus Papas; y 2ª, el convencimiento de que la Fraternidad Sacerdotal San Pío X es el medio providencial necesario para salvar a la Iglesia, manteniéndola en la ortodoxia doctrinal y litúrgica. Voy a asegurar ahora este diagnóstico recordando en una síntesis el desarrollo histórico del lefebvrismo.
–En la tradición bíblica el siete es un número perfecto.
1970. Mons. Lefebvre funda la Fraternidad Sacerdotal San Pío X «ante todo para hacer sacerdotes y, consiguientemente, abrir seminarios». Así lo declara en una importante conferencia de principios de 1987, en la que hace un resumen histórico de la FSSPX. Vuelvo en seguida sobre ella. Efectivamente, poco después del Concilio Vaticano II, e incluso durante su celebración, la vida de la Iglesia se vió perturbada por turbulencias muy fuertes. Parecía que andaban sueltos todos los diablos, se producían innumerables «errores y horrores», que ya he descrito (129), siendo quizá el más espectacular el arruinamiento brusco de los Seminarios. Hubo Seminarios diocesanos que pasaron de 1.000 a 10 seminaristas, o a cero.
(131) Filo-lefebvrianos -VI
A las 10:03 AM, por José María Iraburu
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–¿Y ahora qué hacemos? Mire usted lo que dicen en…En el artículo precedente expuse que la enfermedad lefebvriana tenía como causas principales un discernimiento condenatorio de la Iglesia postconciliar y de sus Papas, y una convicción de que la Fraternidad San Pío X era necesaria e imprescindible para la continuidad de la Iglesia. Una síntesis histórica vino a confirmar este diagnóstico. Y como medicina a esa enfermedad, se hace necesario reafirmar algunas verdades fundamentales de la fe en la Iglesia.
–Tranquilo. Bendigo al Señor en todo momento y su alabanza está siempre en mi boca. ¿Vale con eso?
3.04.11
(132) Filo-lefebvrianos -y VII
A las 4:38 PM, por José María Iraburu
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–Perdone, pero la longitud de este artículo es para los lectores una verdadera provocación.La situación actual de la Fraternidad Sacerdotal San Pío X en relación con la Iglesia Católica ha de ser conocida a la luz de varios documentos pontificios. Recordaré algunos principales, aunque sea en forma abreviada, dando siempre el enlace al texto íntegro.
–Yo tengo a mis lectores en gran consideración, y espero que sabrán hacer un esfuerzo especial para leer en este largo artículo la síntesis y la conclusión de todos los anteriores. No creo que me fallen.
–1988. Juan Pablo II, en la Ecclesia Dei (carta apostólica-motu proprio, 2-VII-1988) expresa «la gran aflicción de la Iglesia de Dios» causada por Mons. Lefebvre en las ordenaciones de cuatro Obispos para la FSSPX:
«Ese acto [30-VI-1988] ha sido en sí mismo una desobediencia al Romano Pontífice en materia gravísima y de capital importancia para la unidad de la Iglesia, como es la ordenación de obispos, por medio de la cual se mantiene sacramentalmente la sucesión apostólica. Por ello, esa desobediencia –que lleva consigo un verdadero rechazo del Primado romano– constituye un acto cismático (can. 751)…
9.04.11