Estos textos, bien breves, no son fruto de un discurso
ni de una reflexión; son visceralmente vivenciales, inspirados por almas
habitadas de silencio y que me han acompañado en la aventura espiritual, en
esta aventura de viajeros, de arrieros, como pájaros a los que se les ha
quemado el nido, y vuelan y vuelan sin poder fijarse en una rama o en un alero.
No hay, no puede haber fijaciones en el silencio, que es, no-mudez sino ausencia de todo apego, de todo
egoísmo.
Por eso no son, ni pretenden ser una enseñanza, una
doctrina.
Son los
latidos de mi corazón, las vibraciones de mi vida al entrar en contacto con
otros seres guiados por el silencio. Es la voz de
esta tierra que soy, y que somos.
Cada día me vuelvo más y más consciente que soy un
extraño en tierra extranjera, a todo, salvo al silencio, salvo a la luz, salvo
al viento, salvo a las estrellas, salvo a la luna, salvo a los seres. Más y más
extraño a las palabras. El diccionario, el vocabulario del silencio es el río ,
la montaña, el valle, el mar, el bosque. Extraño a todo lo que contamina la
mirada de esta existencia frágil.
No, no
basta mirar, escuchar la savia que
sube árbol arriba; no basta oler la fragancia de una rosa. Algo, otra cosa es imprescindible:
no dejarse acosar, invadir, por expectativas, deseos ambiciosos, no dejarse
cegar, por decirlo de una vez, por esa tendencia del ego, que es como una
cárcel. Y jamás una prisión puede ser el hogar del hombre, nuestro
hogar. En esas tendencias que nos llevan a vivir asomados afuera, no hay aroma,
ni luz, ni viento que huela a laurel, a romero, a pino, a enebro. Solo hay
ambición, codicia. Nada más.
Únicamente a través de una mirada purificada, se ve
todo en condici6n virgen, inmaculada. El silencio nos devuelve la vida en verdad, pura,
inocente, seductora.
El
Invisible está en lo visible. Por lo visible, como un sendero a lo invisible. Y
se regala, se revela a la mirada silenciosa, sin recurrir al discurso.
Nada se esconde a los ojos puros, limpios. “Si tu ojo
está limpio todo se volverá limpio para ti”. Todo será luminoso. Nado huye de
la mirada callada y silenciosa. Como si el silencio nos hiciera dignos de la
desnudez del cosmos y de todos sus secretos. Es el silencio negación de todo artificio, fingimiento y
disimulo. Para ver cara a cara. Y esa es la gran dicha.
Cuando el ego se ha posado, sedimentado, todo se vuelve presencia, amor. El
sacramento de la presencia es del amor. Y el silencio es sacramento en que todo se transparenta, todo se hace presencia y presente. Es así como el
silencio nos reconcilia con los seres, con el cosmos. Si el ego nos vuelve
opacos, el silencio nos devuelve suavidad, porosidad y transparencia.
Nada
perturba en el silencio el reposo del corazón. En la posada del silencio, todo
reposa, todo se posa y se remansa: el pasado,
las expectativas, las cicatrices, las borrascas, las tempestades, las
agitaciones, las dudas, las incertidumbres, las noches de oscuridad espesa, las
amenazas. Todo se sedimenta, se asienta. Todo se remansa en la posada del
silencio y recobra el ser inmaculado.
La posada es el ahora, el canto, el culto al instante.
En la posada te dedicas al ahora, te confías y dedicas
al ahora. En la posada del
silencio se diluyen los anquilosamientos, las calcinaciones que atascan y
obstruyen el fluir de la vida. Y al asentarse aflora y mana lo que hay en el
subsuelo, en el subterráneo. Y se libera la fuente que salta hasta la
eternidad. Es el festival que no tiene fin.
Mi
posada es el silencio. Mi alcoba y mi descanso es el silencio. Mi paz, mi luz,
mi patria, mi país, mi paisaje, es el silencio. Mi libertad es el silencio. Mi
maestro, mi hogar, es el silencio.
Cuando
se agotan todas las veredas y todos los caminos, siempre nos espera la posada
del silencio.
No hay nada en la posada.
Nada hay en el desierto.
Nada hay en el silencio.
Sólo
Dios es puro desierto, puro vacío, puro amor. El inefable, el innombrable. Si nombras el árbol te alejas de él, si
nombras la mariposa se va de ti, si nombras a Dios te separas de Él. No cabe en las palabras, cabe en el
silencio.
Como en la diminuta gota de rocío cabe la inmensidad
del sol sin esperar que lo merezcas. No hay que merecerlo. Felizmente Él no se
deja sobornar por merecimientos.
Una posada, la del silencio, donde te dice, entra,
pasa, esta es tu casa, esta es tu patria, tu hogar.