VIVIÓ A LA SOMBRA DE LA CRUZ
HOMILÍA XI ANIVERSARIO
ARCOS DA CONDESA
Queridos Don Pablo y hermanos sacerdotes
Queridos feligreses de Arcos, Briallos y Barro
Queridos hermanos y amigos de la Fraternidad de Cristo Sacerdote y Santa María Reina
Desde toda la eternidad el Señor soñó con la obra de la Creación y particularmente con la creación del hombre y de la mujer: “creados a su imagen y semejanza”
Dios que es amor pensó en hacer partícipe de su amor al género humano. Nos creó para derramar en nosotros su amor y para que entre nosotros nos amemos con ese mismo amor que de Él recibimos.
La obra del amor de Dios, la creación, fue frustrada por el pecado, por la desconfianza del hombre hacia su Dios creador y amoroso.
Desde ese momento la humanidad entró en un éxodo, en un camino penoso y duro para alcanzar la reconciliación con Dios.
Pero Dios no abandonó a la humanidad caída en el pecado. Prometió enviar un Salvador, un Redentor. Y cuando llegó la plenitud de los tiempos envío al mundo a su Hijo Unigénito. Él con su Encarnación, con su Pasión Muerte y Resurrección nos ha obtenido la remisión de los pecados y ha abierto para nosotros un camino que conduce a la vida eterna, a la felicidad plena en el reino de los cielos.
Hemos escuchado el relato de la historia de José traicionado y vendido por sus hermanos. Fueron sus mismos hermanos quienes arrebataron a José su libertad, y lo más doloroso, quienes lo apartaron de su Padre Jacob.
La historia de José es la misma historia de Jesús, a quien nosotros le arrebatamos la vida traicionándolo, condenándolo y enviándolo al patíbulo de la cruz. Allí también Jesús experimentó la lejanía y la ausencia amorosa del Padre. Por eso exclamó: “Padre, por qué me has abandonado”.
La historia de José se actualiza de continuo en nuestro mundo cada vez que alguien es traicionado por aquellos que deberían defenderle y protegerle.
Hay que temer a los hombres y mujeres cuyo corazón rebosa de envidias, celos y rencores. Son corazones poseídos por el Maligno a quien Jesús llama “homicida”. Y así este los tentará induciéndoles a dar muerte a sus propios hermanos mediante el desprecio, el abandono, la calumnia, la difamación…
Todo aquel que da muerte a su hermano, aunque sea en su corazón, es homicida y tendrá que responder, antes o después, a la pregunta de Dios: “¿Dónde está tu hermano?” ¿Qué le has hecho a tu hermano? Nadie escapará a esa pregunta y la respuesta será transcendental y de consecuencias eternas.
En este tiempo santo de la cuaresma Dios por medio de su Iglesia nos invita a reflexionar seriamente: ¿Qué estamos haciendo con nuestros hermanos?
¿Somos conscientes de que con nuestras malas obras, con nuestras faltas de caridad, con nuestra dureza de corazón podemos estar “vendiendo a nuestros hermanos” y haciéndolos dudar del amor de Dios?
La cuaresma es tiempo de purificación para renovar el corazón. Tiempo de súplica para que Dios cambie nuestro corazón de piedra y nos infunda un corazón de carne, un corazón sensible al amor de Dios y sensible a las necesidades de nuestro prójimo.
Es en el corazón donde se acumulan todas las malas inclinaciones y desórdenes: la avaricia, la codicia, la impureza, la envidia, los rencores, la soberbia, el egoísmo…
La Iglesia nos invita en este tiempo a realizar nuestro éxodo: un camino desde la avaricia hacia el compartir y la generosidad. Desde la impureza hacia la limpieza de corazón. Desde la envidia hacia la magnanimidad, alegrándonos por los triunfos de nuestro prójimo. Desde el rencor hacia el perdón. Desde la soberbia hacia la humildad y desde el egoísmo hacia el darse a los demás.
En este XI Aniversario de la muerte de la Madre Elvira quiero daros las gracias a todos por vuestra presencia y por las oraciones elevadas a Dios por su eterno descanso.
Ella vivió a la sombra de nuestra cruz, que se eleva en lo alto del monte de Arcos: “a pedra da cruz”. Para ella esa cruz era como un referente y una inspiración que le recordaba permanentemente la Cruz de Jesucristo. Aquella cruz donde Jesús llevó a plenitud su entrega de amor al Padre y a la humanidad, sumida en el pecado y en la muerte.
María Elvira quiso descansar y aguardar la resurrección de los muertos a los pies de esta cruz de Arcos, donde ella intentó siempre hacer llegar a todos el amor de Dios y dar testimonio de los valores del evangelio. Vino a Arcos a Briallos y a Barro a servir y no a ser servida, Como fiel esposa de Cristo. Consagrada a Él y al servicio de la Iglesia vivió feliz en medio de sus sufrimientos. Feliz de hacer presente en medio de todos nosotros el amor maternal de la Virgen María. De hacer presente el testimonio de fe, esperanza y caridad que es la esencia de la vida cristiana. De hacer presente la alegría, el amor y la fraternidad propia de los seguidores de Jesucristo.
La Madre María Elvira no traicionó a sus hermanos, no vendió a su prójimo. Por el contrario, se entregó a todos y se ofreció por todos.
¡Que su recuerdo nos inspire y nos mueva siempre a amar a Dios y a los hermanos! ¡A tener visión de eternidad! Amén
Manuel María de Jesús F.F.