Queridos hijos de Mi Casto y Amante Corazón meditemos en el Nacimiento de Jesús: Con Mi Amada Esposa, llegamos a Belén y al pedir una posada, para que la Virginal Señora diera a luz a Dios Hijo, se nos negaron, cerraron las puertas, diciéndonos: No hay espacio.
Ésto sucede ahora, en el mundo, en la familia, incluso en la niñez, ya no hay espacio, no hay espacio para los Tres Corazones y se cierran las puertas, porque es más cómodo el mundo y sus distracciones que la oración y el servicio.
Llegando luego a una Cueva pequeña, abandonada, fría, sucia, que nos acogió, la Madre María y Yo arreglamos esta Cueva, la limpiamos, la ordenamos, sacamos todo lo inservible y todo lo que obstaculizaba que ese pequeño lugar se transformara en un Sagrario, en el Primer Sagrario.
El Vientre de María se transformó en todo el pesebre donde junto al Hijo Dios, ya nacido, fui acogido, Yo también, y todos los hombres, para ser Sus hijos y hermanos de Cristo, la Palabra Encarnada.
Me dio Gran Dolor ver al Hijo de Dios y a su Madre, Mi Virginal Esposa María, en tan grande pobreza, pero la presencia de los Dos Corazones transformó ese Lugar y transformó Mi Vida en una Eterna Alegría, porque me encontraba ante el Prodigio de la Virgen que daba a luz al Redentor del mundo.
Y fui por Misericordia escogido para ser el Primero, de los hombres, ver tan grande Prodigio Celestial.
Intercedo para que sus corazones se encuentren verdaderamente con María, sean perfectos colaboradores con Ella, y reciban y se encuentren con el Dios Que Salva.
Les amo y les bendigo, como el Patriarca de la Gruta de Belén: En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.