sábado, 2 de janeiro de 2010

Nuevo artículo de Sor Margherita Marchione en defensa del Venerable Pío XII



Una joven sor Margherita Marchione recibida en audiencia
por Pío XII en compañía de Elisabetta Pacelli Rossignani (1957)




La verdad acerca del papa Pío XII


Por Sor Margherita Marchione. Ph. D.


El papa Pío XII no fue un colaborador con los alemanes ni mucho menos pro-nazi. Tampoco permaneció pasivo o silencioso. Como miembro de la Iglesia Católica me molestan las descaradas acusaciones contra la diplomacia del Papa y de la Iglesia durante la Segunda Guerra Mundial. Y no es sólo un periodismo indecente, sino también una injusticia hacia un hombre que salvó más judíos que cualquier otra persona, incluso que Oscar Schindler y Raoul Wallenberg. Desgraciadamente, hasta en el nuevo Museo del Holocausto de Battery Park en Nueva York el Papa es inicuamente criticado. Y sin embargo es históricamente inadecuado imputarlo con el cargo de “silencio”.

¿Es que los medios de comunicación van a seguir perpetuando semejantes falsedades? Los documentos prueban que estas distorsiones no son verdad. Pío XII habló hasta la medida de lo posible y puso así hacer más con las acciones que con las palabras. Al final, se convenció de que si hubiera denunciado a Hitler públicamente, se hubieran producido represalias. Y las hubo. Cada vez que se elevaron protestas el trato a los prisioneros empeoró inmediatamente. Robert Kempner, el consejero en jefe por los Estados Unidos en el Tribunal de Nüremberg que juzgó crímenes de guerra, escribió: “Todos los argumentos y escritos usados por la Iglesia Católica contra Hitler al final fueron suicidas, pues provocaron que a la ejecución de judíos siguiera la de sacerdotes católicos”.

Pío XII –a través de sus alocuciones públicas, sus llamados a los gobiernos y su diplomacia secreta– se comprometió más que cualquier otra persona en el esfuerzo de detener la guerra y reconstruir la paz. Los documentos muestran cómo Pío XII estuvo en contacto con los generales alemanes que querían derrocar a Hitler. También muestran cómo la comunidad judía recibió una ayuda incalculable: los fondos personales de Pío XII sirvieron para rescatar a judíos perseguidos por los nazis. Los representantes del Papa en Croacia, Hungría y Rumanía intervinieron para acabar con las deportaciones. El Papa, en un intento de última hora por evitar el baño de sangre, había propuesto en 1939 una conferencia para preservar la paz que reuniera a Italia, Francia, Gran Bretaña, Alemania y Polonia.

Un interesante documento lo constituye el testimonio de Albert Einstein, el cual, desencantado del silencio de las universidades y los editores de periódicos, declaró a la revista Time (23 de diciembre de 1940): “Sólo la Iglesia se ha mantenido como es debido, interponiéndose en el camino de la campaña de Hitler para suprimir la verdad… La Iglesia sola ha tenido el coraje y la perseverancia de erigirse a favor de la verdad intelectual y la libertad moral”. Y, en efecto, siguiendo las directivas del papa Pío XII, religiosos y religiosas abrieron sus puertas para salvar a los judíos.

Nunca estuvieron los judíos y el Vaticano tan cerca como durante la Segunda Guerra Mundial. El Vaticano era el único lugar en el continente donde aquéllos tenían amigos. La respuesta del papa Pío XII a la apremiante situación de los judíos fue la de salvar el mayor número posible. Poco se ha hecho, sin embargo, para desbaratar las críticas contra Pío XII que comenzaron en 1963, cuando Rolf Hochhuth lo caracterizó como un colaborador de los nazis en su pieza teatral El Vicario. En contraste con la imagen sugerida por esta obra, los documentos vaticanos indican que la Iglesia puso en acción un mecanismo encubierto gracias al cual más de 800.000 judíos se libraron del Holocausto. Después de un cuidadoso estudio de los documentos disponibles, cualquiera que esté interesado en la verdad no puede persistir honestamente en condenar las acciones ni las palabras del papa Pío XII y de la Iglesia Católica durante este trágico período.

Una honrada valoración de las palabras y acciones de Pío XII no puede por menos de exonerarlo de falsas acusaciones y mostrar que ha sido injustamente calumniado. El Papa no favoreció ni fue favorecido por los nazis. El día después de su elección, el 3 de marzo de 1939, el periódico nazi Berliner Morgenpost manifestó claramente su postura: “La elección del cardenal Pacelli no es bienvenida en Alemania porque él siempre se ha opuesto al nazismo”.

El editorial del New York Times del 25 de diciembre de 1942 fue explícito: “La voz de Pío XII es una voz solitaria en medio del silencio y de la obscuridad que envuelven a Europa en estas Navidades. Es prácticamente el único gobernante que queda en Europa que se atreve a alzar su voz”. El mensaje papal de Navidad fue también objeto de interpretación en un informe de la Gestapo: “de un modo sin precedentes […] el Papa ha repudiado en Nuevo Orden Europeo Nacionalsocialista [nazismo]. Es verdad que el Papa no se refiere directamente a los Nacionalsocialistas en Alemania por su nombre, pero su discurso es un amplio ataque a todo aquello que propugnamos […]. Es claro que aquí está hablando a favor de los judíos”. Quizás el resto del mundo debería interpretar las palabras del Papa por lo que ellas querían decir y, sin duda, en el sentido en que correctamente las entendieron los nazis, o sea: que el papa Pío XII se opuso siempre al nazismo.

La comunidad judía agradeció públicamente la sagacidad de la diplomacia del papa Pío XII. En septiembre de 1945 el Dr. Joseph Nathan –en representación de la Comisión Hebrea– declaró: “Agradecemos, sobre todo, al Sumo Pontífice y a los religiosos y religiosas que, cumpliendo las órdenes del Santo Padre, reconocieron a los perseguidos como sus hermanos y, con gran abnegación, se apresuraron a socorrerlos, despreciando los terribles peligros a que ello los exponía”. En 1958, a la muerte de Pío XII, Golda Meir envió un elocuente mensaje de condolencias: “Compartimos el dolor de la Humanidad […]. Cuando sobrevino sobre nuestro pueblo el terrible martirio, la voz del Papa se alzó a favor de las víctimas. La vida de nuestros tiempos se enriqueció con una voz que hablaba de grandes verdades morales por sobre el tumulto del conflicto diario. Lloramos a un gran servidor de la paz”.


El Papa de la Justicia y de la Paz
fonte:SIPA