inundado por um mistério de luz que é Deus e N´Ele vi e ouvi -A ponta da lança como chama que se desprende, toca o eixo da terra, – Ela estremece: montanhas, cidades, vilas e aldeias com os seus moradores são sepultados. - O mar, os rios e as nuvens saem dos seus limites, transbordam, inundam e arrastam consigo num redemoinho, moradias e gente em número que não se pode contar , é a purificação do mundo pelo pecado em que se mergulha. - O ódio, a ambição provocam a guerra destruidora! - Depois senti no palpitar acelerado do coração e no meu espírito o eco duma voz suave que dizia: – No tempo, uma só Fé, um só Batismo, uma só Igreja, Santa, Católica, Apostólica: - Na eternidade, o Céu! Mensaje del Patriarca de Lisboa para la Cuaresma 2010
LISBOA, jueves 18 de febrero de 2010 (ZENIT.org).- El Patriarca de Lisboa, cardenal José Policarpo, afirma que la Cuaresma será para los portugueses “un tiempo fuerte de preparación” para la visita de Benedicto XVI, que llegará al país el 11 de mayo.
En su mensaje para la Cuaresma 2010, difundido el pasado viernes, el cardenal afirma que, para que este periodo sea “para los cristianos de Lisboa un momento de gracia”, debe “significar un nuevo encuentro de cada uno de nosotros con Nuestro Señor Jesucristo, con Su Pascua liberadora”.
El purpurado recuerda también que ha sido elegido el lema de la visita del Papa a Lisboa, “Santidad y Misión”.
“La santidad es la exigencia de nuestra identificación con Cristo y del dinamismo movilizador para la misión. La santidad inicia en la fe profunda y sincera, se expresa en la caridad, nos hace familia de Dios”, declara.
Solo la santidad “crea en nosotros el deseo y la fuerza para la misión, para anunciar al Señor, para vivir de modo que seamos la inauguración del Reino de Dios en el mundo”.
El Patriarca invita a los fieles a celebrar la Pascua “no solo como una rutina adquirida, sino como un asumir, con verdad y generosidad, ese 'paso', ese cambio en nuestra vida que nos permita experimentar la alegría de la vida nueva que empieza en la resurrección de Cristo, esa luz que indica nuevos caminos y da a nuestra vida un sentido nuevo”.
“En cada Pascua debemos sentir que la muerte de Cristo no sucedió en vano, que sigue siendo la fuente abundante de la que fluye el agua que fecunda y transforma, capaz de transformar el corazón del hombre y hacerlo digno de la vida eterna”, concluye.